El encanto
de viajar
Leticia Aguilar González
Como arquitecta y urbanista, cuando viajo no existe manera de que estas dos profesiones no tomen control de mí, o que, sin importar el edificio, la calle o la ciudad que visite, mi obsesión por recuperar lo que he visto en fotos, o leído en libros, no tome una gran relevancia sobre cómo abordo un viaje. Basta decir que soy una apasionada de los viajes que van más allá de conocer lo que indica una guía turística, porque todos sabemos que esas guías nos llevan a los lugares más importantes, y, si bien seguro que lo son, hay un placer extra que surge cuando me aventuro a conocer los secretos escondidos: cuando recorro los barrios y me doy cuenta de sus características cambiantes, cuando voy relacionando cuestiones históricas, cuando a un edificio no basta que lo vea de frente y le doy varias vueltas para entenderlo mejor, o cuando solo me siento a observar y escuchar a la gente recorrer y vivir su entorno. Me maravilla cuando, en una misma ciudad, logras ir brincando entre distintos periodos y estilos arquitectónicos, donde sin darte cuenta puedes estar en el Renacimiento, pero una cuadra más allá puedes encontrarte en el gótico, o un barrio después sorprenderte con el modernismo o el Barroco, todo conviviendo armónicamente como si no hubieran pasado siglos entre ellos, conteniendo miles de historias de personas comunes que, como yo, recorrieron esas calles y admiraron esos edificios, pero en circunstancias completamente distintas. Cada que soy consciente de ello me emociona saber que, no importa el tiempo transcurrido, todos estamos conectados por estos grandiosos edificios. Nuestra historia colectiva se lee en edificios, y, sin importar si somos afines a la arquitectura, al arte o al urbanismo, la pasión e interés de viajar a conocer ciudades y edificios nos pertenece a todos, porque entendemos que todo ello nos representa como humanidad. Sin duda, apreciar la arquitectura durante un viaje es una de las mejores maneras de desplazarse en el tiempo: ¿qué
Nuestra historia colectiva se lee en edificios, y, sin importar si somos afines a la arquitectura, al arte o al urbanismo, la pasión e interés de viajar a conocer ciudades y edificios nos pertenece a todos.
sería de nuestra historia sin las catedrales góticas, sin ese momento histórico en el que se descubre que esbeltez, altura y vanos más grandes son posibles? Y entonces a la humanidad nos regalan los edificios más majestuosos, donde la luz que entra desde los ventanales y rosetones superiores simboliza la divinidad entrando en ti; tú, que estás parado en un espacio oscuro —una decisión consciente de diseño— y que, sin pensarlo, volteas hacia arriba porque te llama la luz, intocable, mística y sublime. Te transformas.
¿Qué sería de la historia que continuamos escribiendo sin todos los edificios que arquitectas y arquitectos nos han seguido regalando para la posteridad? Y que, al entrar en ellos, nos llenan de admiración, ya sea por su atención al detalle, por los materiales elegidos, la distribución, la conexión con el sitio y la naturaleza, la luz, las sombras, la escala, los volúmenes. La arquitectura, especialmente esa que merecidamente escribirá su nombre en la historia, «empieza con las emociones», diría el arquitecto Peter Zumthor, y son esas ganas de sentir las emociones que alguien pensó que sus edificios proyectaran lo que me mueve cada que visito uno.
Mi lista de lugares por conocer es aún muy larga. Sin embargo, he tenido la enorme oportunidad de realizar algunos viajes, y, por ello, mi proceso al embarcarme en uno nuevo se ha ido puliendo. ¿Qué es lo que hago? Primero: elijo caminar. No existe mejor manera para conocer una ciudad que caminándola, pues todos los sentidos se despiertan: ves, escuchas, hueles, tocas. Si las distancias son largas, me muevo en transporte público, algo que también aconsejo experimentar en cada ciudad. Segundo: nunca empiezo un viaje sin haber investigado previamente. Y lo más importante: haber hecho un mapa con los lugares que más me interesan conocer, así voy entendiendo zonas y rutas por recorrer. Sin embargo, si bien viajar con un plan es esencial para mí,
Qué es lo que hago? Primero: elijo caminar. No existe mejor manera para conocer una ciudad que caminándola, pues todos los sentidos se despiertan.
soy muy flexible en dejar que el plan se desmorone cuando algo llama mi atención. Es así como normalmente termino caminando mucho más de lo que originalmente había planeado para cierto día, o como voy encontrando todo lo que en las guías turísticas no aparece, pero que terminan siendo joyas maravillosas. Nunca me he arrepentido de modificar el plan, o de seguir caminando, por más que mis pies ya no puedan más. Me parece crucial que durante un viaje haya días en los que abandone la prisa por comerme la ciudad en la que estoy. En días así, leo un libro en el parque, sintiéndome momentáneamente como una local. Ya llegará el siguiente día para continuar con el encanto de viajar.
Festival ¡Viva el Queso!
19 y 20 de octubre
A escasos minutos de Tequisquiapan se encuentra la primera cava de quesos del municipio para la maduración de quesos artesanales gourmet: la Cava Bocanegra. Con más de quince años de experiencia y su cava subterránea de cinco metros de profundidad, ofrece recorridos guiados para que los visitantes puedan observar cada detalle del proceso de maduración, así como degustaciones y experiencias gastronómicas. Además, cada año esta quesería artesanal lleva a cabo, durante un fin de semana de octubre, el Festival ¡Viva el Queso!, al que acuden prestigiosos queseros de diferentes partes del país para competir por el mejor queso de México, bajo el análisis de reconocidos jueces y afinadores de queso provenientes de distintas partes del mundo.
Cava Bocanegra
Carr. Estatal 200 km 50, Fuentezuelas, Tequisquiapan, Qro.
T. 414 104 3440
IG. @cavabocanegra
En Portada
Carrera de Xtrail México
en el Cañón del Paraíso.
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Asomarte 246
Asomarte, qué hacer en Querétaro.
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